Autor, Literatura, Smiley

La edad del desconsuelo, Jane Smiley


Quise leer este libro desde que llegué por casualidad a toparme con este fragmento en las redes sociales:

Tengo treinta y cinco años y creo que he alcanzado la edad del desconsuelo. Otros llegan antes. Casi nadie llega mucho después. No creo que sea por los años en sí, ni por la desintegración del cuerpo. La mayoría de nuestros cuerpos están mejor cuidados y más atractivos que nunca. Es por lo que sabemos, ahora que – a nuestro pesar- hemos dejado de pensar en ello. No es sólo que sepamos que el amor se acaba, que nos roban a los hijos, que nuestros padres mueren sintiendo que sus vidas no han valido la pena. No es sólo eso, a estas alturas tenemos muchos amigos y conocidos que han muerto; todos en cualquier caso, tendremos que enfrentarnos a ello, antes o después. Es más bien que las barreras entre nuestras propias circunstancias y las del resto del mundo se han derrumbado a pesar de todo, a pesar de toda la educación recibida. (…) Tengo entendido que después se llega a la edad de la esperanza o, al menos, de la resignación. Pero sospecho que para eso tiene que pasar bastante tiempo.

Páginas 44-45

La-edad-del-desconsueloTratar de describir La edad del desconsuelo es una tarea complicada. Sabemos de lo que trata, sí, todo eso lo podemos leer en la sinopsis, conocemos la parte objetiva: que el peso de la trama lo llevan los adultos de una familia de cinco, dentistas, que tienen una vida feliz y estable. Sin embargo un día en un trayecto habitual en coche se escucha la siguiente frase:

– Nunca más volveré a ser feliz

Página 25

Pronunciada por Dana, la esposa, consigue que Dave se replantee su matrimonio, si acaso va a perderlo, y comienza a acosarle el convencimiento de que su relación está llegando al final.

Y a partir de este momento vamos descubriendo lo que hay debajo, la subjetividad de las emociones que consigue trasladar al lector, la sensación perenne de que poco importa lo que pase realmente (¿se ha enamorado Dana de otro?) sino esa sensación que sobrevuela de vacío y vértigo que precede a la edad del desconsuelo.

Smiley despliega y reflexiona para que pensemos qué nos hace ser quién somos, para reflexionar de los actos, sensaciones y situaciones que han conseguido que fuéramos la persona que hoy somos y no otra.

Para ello la autora construye dos personajes potentes, bien formados e imprevisibles pero absolutamente creíbles y cercanos, y lo que más me ha sorprendido, la historia tiene una cadencia, un ritmo que pareciera desacompasado pero que consigue el efecto de inestabilidad que sienten ellos, y además potencia un ritmo diferente al que estamos acostumbrados en este tipo de novelas.

La edad del desconsuelo evita prestar atención a la evolución del matrimonio, o al drama de la situación, para centrarse en la oquedad que se forma tras el inicio del huracán, deteniéndose, analizándola y señalándola. Es un libro corto, que deja al lector mirando la pared fijamente, releyendo determinadas frases, y pensando cómo se pudo crear la grieta entre los dos personajes principales. Por si fuera poco consigue condensarlo todo en poco más de cien páginas.

Son pocas las historias que uno termine y tenga ganas de volver a empezar, si eso define a un buen libro, entonces este claramente lo es.

Gracias a los amigos de Sexto Piso por el envío.

FICHA:

Te gustará si te gustó
Pros
  • La cadencia que al principio parece extraña y a contrapié pero después resulta un recurso perfecto.
  • Sensación etérea pero a la vez cercana en toda su lectura.
Contras
  • La tipografía de la efe provoca que cuando va seguida de i la vocal no lleve punto y eso es algo que me estúpidamente me disturba.

Namaste.

 

7 comentarios en “La edad del desconsuelo, Jane Smiley”

  1. Hola,
    leo ahora tu reseña.
    Me alegré mucho cuando vi este título nuevo de la autora, y lo compré porque tenía una recuerdo especial de Heredarás la tierra, que leí hace mucho tiempo.
    La verdad es que no he podido con esta lectura. Una decepción.
    (dejé de leer novelas de la editorial Tusquets por las Q mayúsculas…)
    gracias por tus reseñas.

    Esther

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